El entrenamiento de cocina de 30 minutos que transformó mi cuerpo

Cuando suena mi alarma a las 5.45 am, pienso: “Oh Dios, otra vez no”, descarto a regañadientes todas las excusas en mi archivo mental y me levanto de la cama. Poniéndome mi ropa de ejercicio, tropiezo bajando las escaleras donde me esperan mis instrumentos de tortura: una barra de pesas de 20 kg y dos juegos de pesas libres, una de 4 kg y otra de 8 kg. Sé que sin importar cuánta música de rock de los años noventa ponga a todo volumen para distraerme, los próximos 30 minutos de sentadillas, zancadas y levantamientos me quemarán. Pero también sé que cuando termine, estaré mentalmente transformado de un gruñón letárgico a un guerrero de mediana edad, listo para llevar a mis hijos al colegio.

Aunque de ninguna manera estoy bendecido con una apariencia física de gladiador, estoy, en